Wednesday 29 October 2008

Raval: encuentros bajo la lluvia

Estudio y hasta hace nada también trabajaba allí. El barrio del Raval me ve a todas horas del día, cuando quiero perderme y cuando quiero encontrar algo diferente. En esas noches que quedamos y bajamos las Ramblas, ese no se qué del viejo barrio chino hace decantarnos hacia la derecha y nos metemos por alguna callejuela que nos lleva al lugar de siempre. Sí. Si me siento de algún barrio, es el del Raval, que en pocos años ha pasado de ser un lugar temido a ser un barrio fascinante donde la diversidad cultural y la pobreza se entremezclan en un entorno de calles estrechas y llenas de vida que esconden tiendas de tendencia y niños de caras exóticas jugando a pelota.


Así que esta tarde he hecho lo que llevo haciendo durante 3 años cuando ya no me queda nada que hacer ni ninguna clase (ni tan sólo de baile) a la que asistir. Ravalear. 
Primero me he encontrado con Jaime, comiéndose unos noodles la mar de a gusto.


...embutido en un cuello alto blanco y paraguas en mano, hemos ido a pasear por las calles del Raval, más grises y vacías que de costumbre. Hemos ido a un bar, donde hemos tenido nuestro momento coffee & cigarettes.  






Y no debo de ser el único al que le gusta el lugar, pues al salir hemos divisado una mirada felina... era Alba, que se encontraba con una amiga de camino a un bar. Las hemos raptado y con ellas hemos acabado de pasar esta tarde de Raval y encuentros bajo la lluvia. 





Monday 27 October 2008

muerte y vida con the carpenters

Descubrí el ángel de Karen como lo hicieron todos, es decir, por equivocación. La escuché por primera vez entonando un close to you que ya me sonaba de algo, mientras rebuscaba entre viejos cd's de mis padres. Por lo que hace al resto de la humanidad y aproximadamente 30 años antes, su secreto salió a la luz cuando en el estudio su hermano tocó, por accidente, en una tonalidad por debajo de lo que ella estaba acostumbrada. Por lo visto, todos quedaron maravillados al oír esa voz que, sin ser especialmente potente, (yo que amo las voces desgarradoras y fuertes), considero la voz del amor, la voz de Karen Carpenter. En una búsqueda constante de buena música y siempre mirando hacia el pasado (no creo que nadie de ahora sea tan bueno como los de antes) the Carpenters son, para mí, uno de los grupos más especiales. 
Liderados por ella, cuya auréola contorneaba los blancos vestidos que envolvían la enfermiza figura, the Carpenters desprendían luz en los directos y repartían en todas y cada una de sus canciones melodías que duelen de lo preciosas que son, ñoñería por dóquier, unas voces y coros perfectos, idóneos arreglos y unas letras simples, directas y adorablemente deprimentes. La moda, que todo lo nubla, y en una época en la que abundaban las flores y las melenas, hizo que la crítica tendiera a ignorar al grupo, aunque la limpidez de sus canciones impregnó las listas americanas durante más de un año. Sí, los hermanos Carpenters ofrecían eso que los románticos buscaban (y buscamos); melancolía pura sin que resulte pesada, sino bella. The Carpenters son de esos grupos que tienen y tendrán siempre incondicionales fans adorando sus inolvidables canciones.

I'll say goodbye to love
no one ever cared if I should live or die
time and time again the chance for love has passed me by
and all I know of love is how to live without it
I just can't seem to find it

So I've made my mind up
I must live my life alone
and though it's not the easy way
I guess I've always know



Sunday 19 October 2008

looking back









Wednesday 8 October 2008

sin título

A penas recuerdo cómo empezó. Sólo sé que un día, mientras hacíamos el amor, él desapareció. Colgaron carteles por todo el país, lo buscaron durante días, semanas y meses, pero al final desistieron. Se supone que fui el último que lo vio en cuerpo presente y con quien él estuvo ese día, así que fui interrogado, pero nada pudieron sacar de mí. Hubo un tiempo que lo sentí muy adentro y le hablaba largo y tendido, como si estuviera a mi lado. Manteníamos conversaciones sobre todos los temas, pero siempre acabábamos diciendo cuánto nos echábamos de menos, aunque él me solía decir que no se había ido, que estaba dentro de mí. Yo nunca le creí; pensaba que sus réplicas eran fruto de mi imaginación, algo turbada. 

Durante aquellos días ocupé mi tiempo con montones de quehaceres varios y empecé a hacer actividades poco habituales en mi persona, como salir a correr muy temprano para ver los colores anaranjados que aparecían de entre la arboleda o escribir poesía. Una noche me encontré llorando de placer, sin poder encontrar explicación alguna. Me sentía vital y feliz como nunca me había sentido antes, como si alguien des de algún lugar me diera mucha fuerza, mucho amor. La paradoja, no obstante, me llenaba de un profundo sentimiento de culpa. 

Una mañana me desperté sabiendo algo sin saber como lo sabía. De pronto, me di cuenta que él seguía vivo, que había encontrado el modo de meterse dentro de mí. Solía decir que nunca me dejaría escapar, que yo era para él su todo y que lograría entrar en mi alma para conocer toda la verdad sobre la esencia de mi ser. Ahora me doy cuenta de cuánto lo había subestimado. Sin embargo, esos primeras días después de mi descubrimiento, estuvieron llenos de dudas. Me sentí desquiciado. ¡Qué tormento tenerlo tan dentro! Tanto tiempo preguntándome dónde se habría ido y estaba aquí, internado en mi organismo, amando mi mecanismo, contemplando mi yo más carnal, más rojo.  El yo que nadie, ni mi propia persona conseguiría jamás ver.

Las primeras lluvias otoñales arrastraron consigo esos temores y empecé a conversar con él, de nuevo, bajo el telón azul oscuro de la noche, pues era cuando todos dormían que su presencia se hacía casi tangible. Durante el día se aposentaba en algún rincón del ventrículo izquierdo de mi corazón, empapándose en mi sangre, saciando su sed. Y dormía. Sus balanceos me llenaban de energía y sus profundas respiraciones me provocaban cosquillas. Algunas tardes el sol era tan brillante que pequeñas manchas de luz amarilla se colaban por mi garganta e iluminaban todo la cavidad donde él se encontraba, despertándolo. Cuando esto ocurría, él se deslizaba entre mis venas y a mí me entraban unas ganas repentinas de bailar, como si alguien tocara la guitarra dentro de mí. 

Por la noche, cuando me acostaba solo y frío en mi pequeña cama, lo volvía a sentir usurpando en mis entrañas, tocándome la palma de la mano por dentro. Se debía de sentir como un extraño que ha llegado a un país desconocido y cuyas tierras jamás acabará de conocer. Recuerdo que se había llegado a perder, pero siempre se encontraba y cuando lo hacía yo lo sabía porque él mismo me lo decía, reflejando su sombra en el azul de mis ojos, que era justo el momento en que yo iba a despertar. 

pic by christian colomer

Las flores estallan ya en júbilo y parecen entonar suaves melodías a mi paso, pero ni siquiera ellas consiguen arrancarme ahora una sonrisa. Se fueron las sensaciones de antaño. Se fueron los hormigueos diurnos y las alucinaciones nocturnas. Tampoco lloro casi nunca y menos de placer. Nadie me hace el amor como él, en esas largas y oscuras noches de invierno...

Monday 6 October 2008

el chico que me conoció en 4 días

-I'm sorry, but I'm not that sort of guy.

Mi cara, un cuadro. Un cuadro entre barroco e impresionista, es decir, indescriptible, cuando el chico blanco-transparente de labios rojos cual carmín pronunció estas maléficas palabras. Las mismas que pusieron punto y final a mi último desengaño amoroso, que fue, en realidad, menos amoroso de lo que mis recuerdos me traen a la memoria una vez al día des de hace más de un mes. Hasta diría que fueron citas secas, frías, a menudo incluso sin sentido pues por mal que me pese todo lo que no podía expresar en palabras (que no era poco) retumbaba contra su sensibilidad engañosa. El chico era más gélido que un iceberg, a veces, yo lo derretía un poco, y me mandaba bonitos e inesperados mensajes en clave o simplemente justo lo que yo quería oír, como esa inolvidable sentence "my sheets smell of spain".

¿Por qué es tan inolvidable e imborrable? ¿Por qué mi mente es atacada con las mismas imágenes exageradas más propias del celuloide que de la razón humana? Porque soy autodestructivo y me gusta serlo, y porque me pienso que mi vida es otro melodrama más. Imagino que debe haber cierta teoría por allá sobre la importancia que le damos a ciertas cosas cuando no la tienen y supongo que se debe a la falta de algo. No me propongo descubrir qué es lo que me falta por que para hacerlo habría que formular preguntas cuyas respuestas no quiero conocer. Prefiero buscar lo que me llena en el presente mientras sigo fantaseado sobre un pasado más bonito de lo que fue en realidad. Y así, entre sueño y sueño, escribo mi historia.  

Lo más extraordinario (y terrorífico) de los hechos es que mientras yo hablaba y hablaba sin parar para no dejarme a mí mismo asimilar lo que estaba pasando, él me interrumpió con una media sonrisa en sus finos y enrojecidos labios:

-You find happiness in sadness, don't you?

Sunday 5 October 2008

buscando mi propio Tiffany's

Solía pensar que Holly Golightly era un mito sobrevalorado, un icono curtido a base de belleza y elegancia, eso sí, pero sin demasiada substancia más allá de una cara bonita. ¡Bendita ignorancia! Sumergido de lleno en la novela de Capote, Breakfast at Tiffany's, caigo en las redes de la call girl por antonomasia, como si yo fuera uno de esos hombres ricos, viejos y famosos con los que se codea y a los que invita despreocupadamente a su apartamento. En la adaptación cinematográfica y debido a las censuras de la época, esta faceta original queda algo disfrazada y substituida por el de una muchacha bohemia que recibe regalos de los hombres. 
Aunque el tiempo no logrará apagar la imagen de la Hepburn cantando Moon River en la ventana o paseándose por unas vacías calles de New York hasta llegar a la joyería que da título a la obra, la Holly de Capote me está pareciendo más auténtica, si cabe. Se aprecia, sobretodo en los diálogos, cargados de un abrumador ingenio cuando ella está al habla. Es durante estas conversaciones, donde Holly despliega su mayor virtud; hablar de sí misma de un modo sobrenatural sin que resulte pedante, sino más bien enamoradizo. He aquí uno de mis momentos favoritos: 

-No quiero decir que el ser rica y famosa fuera a fastidiarme. Esas son cosas que ocupan un lugar importante en mis planes y algún día trataré de conseguirlas; pero, si las consigo, querría seguir gustándome a mí misma. Quiero seguir siendo yo cuando una mañana, al despertar, recuerde que tengo que desayunar en Tiffany's. (...)
Seguía con el gato en sus brazos.
-Pobre desgraciado -dijo, haciéndole cosquillas en la cabeza-, pobre desgraciado que ni siquiera tiene nombre. Es un poco fastidioso eso de que no tenga nombre. Pero no tengo ningún derecho a ponérselo: tendrá que esperar a ser el gato de alguien. Nos encontramos un día junto al río, pero ninguno de los dos le pertenece al otro. El es independiente, y yo también. No quiero poseer nada hasta que encuentre un lugar en donde yo esté en mi lugar y las cosas estén en el suyo. Todavía no estoy segura de dónde está ese lugar. Pero sé qué aspecto tiene. Es como Tiffany's. (...)

Me siento profundamente identificado. Pude que realmente piense como lo hace ella y quiera su estilo de vida, o puede que sólo me quede hipnotizado cuando me la imagino... Ingeniosa, sofisticada, viajera empedernida, aventurera, con su propio apartamento neoyorkino, conversando con desconocidos, libre, sin ataduras con nada ni con nadie, pero enamoradiza y romántica. Quiero ser ella, para qué negarlo.