Sunday 5 October 2008

buscando mi propio Tiffany's

Solía pensar que Holly Golightly era un mito sobrevalorado, un icono curtido a base de belleza y elegancia, eso sí, pero sin demasiada substancia más allá de una cara bonita. ¡Bendita ignorancia! Sumergido de lleno en la novela de Capote, Breakfast at Tiffany's, caigo en las redes de la call girl por antonomasia, como si yo fuera uno de esos hombres ricos, viejos y famosos con los que se codea y a los que invita despreocupadamente a su apartamento. En la adaptación cinematográfica y debido a las censuras de la época, esta faceta original queda algo disfrazada y substituida por el de una muchacha bohemia que recibe regalos de los hombres. 
Aunque el tiempo no logrará apagar la imagen de la Hepburn cantando Moon River en la ventana o paseándose por unas vacías calles de New York hasta llegar a la joyería que da título a la obra, la Holly de Capote me está pareciendo más auténtica, si cabe. Se aprecia, sobretodo en los diálogos, cargados de un abrumador ingenio cuando ella está al habla. Es durante estas conversaciones, donde Holly despliega su mayor virtud; hablar de sí misma de un modo sobrenatural sin que resulte pedante, sino más bien enamoradizo. He aquí uno de mis momentos favoritos: 

-No quiero decir que el ser rica y famosa fuera a fastidiarme. Esas son cosas que ocupan un lugar importante en mis planes y algún día trataré de conseguirlas; pero, si las consigo, querría seguir gustándome a mí misma. Quiero seguir siendo yo cuando una mañana, al despertar, recuerde que tengo que desayunar en Tiffany's. (...)
Seguía con el gato en sus brazos.
-Pobre desgraciado -dijo, haciéndole cosquillas en la cabeza-, pobre desgraciado que ni siquiera tiene nombre. Es un poco fastidioso eso de que no tenga nombre. Pero no tengo ningún derecho a ponérselo: tendrá que esperar a ser el gato de alguien. Nos encontramos un día junto al río, pero ninguno de los dos le pertenece al otro. El es independiente, y yo también. No quiero poseer nada hasta que encuentre un lugar en donde yo esté en mi lugar y las cosas estén en el suyo. Todavía no estoy segura de dónde está ese lugar. Pero sé qué aspecto tiene. Es como Tiffany's. (...)

Me siento profundamente identificado. Pude que realmente piense como lo hace ella y quiera su estilo de vida, o puede que sólo me quede hipnotizado cuando me la imagino... Ingeniosa, sofisticada, viajera empedernida, aventurera, con su propio apartamento neoyorkino, conversando con desconocidos, libre, sin ataduras con nada ni con nadie, pero enamoradiza y romántica. Quiero ser ella, para qué negarlo. 


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